Mala Leche


Estuve hablando con un amigo quien se encontraba angustiado porque su relación amorosa, fracasó. Durante varios días y noches lo escuché, lo conforté con palabras que buscaban aliviarlo; y sobre todo le recordé lo importante que es en la vida de muchos y en la mía.

Lo que más me alegraba era sentir su progreso mediante pasaban los días. Estaba más animado, más decidido a afrontar sus problemas y defenderse de la tristeza que lo quería ahogar.

En esos momentos no habíamos hablado de mí ni de mi hija, pues mi prioridad era su estabilidad y mejoría. Además, yo atravesaba por un momento mágico con Pilu y todo estaba en perfecto orden.

Justamente en una de esas largas conversaciones, surgió su pregunta acerca de mi relación, entre otras cosas. Con una amplia sonrisa le conté lo feliz que me sentía. Quería contagiarlo con mi dicha. ¡Compartir con él esa alegría!

Pero no fue así. Al día siguiente, me escribió para decirme un montón de palabras hirientes que adrede pretendían dañarme y arrebatarme la seguridad.

¿Saben lo peor?. Lo consiguió. Sus palabras lograron que la desconfianza y la tristeza se colgaran en mi ventana.
Tal vez envidió tanto mi bienestar que hasta no tirarme toda la mierda y la negatividad que expedía su ser, no paró. Y me dejó confundida, dolida y muy molesta.

No entendía por qué alguien a quien apoyaba en todo momento quiso enlodar mi felicidad. Hasta que comprendí, luego de hablar con Daia y Ani que Enrique nunca fue sincero conmigo.

Lo lamento más por vos. No por echarte en cara lo que hice cuando me necesitaste, si no porque personas que te arrojen piedras cuando yaces en el suelo siempre encontrarás. Pero alguien que haya priorizado tus necesidades como lo hice yo, lo dudo.
Adiós "amigo". No quiero tu mala leche cerca de mí nunca más.

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